domingo, 16 de agosto de 2020

Sobre nuestro Amor

Dice Benedicto XVI en Deus Caritas est (N° 7):
A este propósito, nos hemos encontrado con las dos palabras fundamentales: eros como término para el amor « mundano » y agapé como denominación del amor fundado en la fe y plasmado por ella. Con frecuencia, ambas se contraponen, una como amor « ascendente », y como amor « descendente » la otra. Hay otras clasificaciones afines, como por ejemplo, la distinción entre amor posesivo y amor oblativo (amor concupiscentiae – amor benevolentiae), al que a veces se añade también el amor que tiende al propio provecho.

Para Benedicto XVI es muy claro lo que se refiere al amor propio y al amor oblativo o "hacia el otro", dentro de la historia del pensamiento cristiano que influye muchísimo en el pensamiento secular, se tiene como error frecuente inclinarse solo hacia uno de estos dos amores, como nos gusta siempre tomar solo un bando y rechaza al otro, nos limitamos a amar de una manera que no es la correcta.

¿En qué consiste cada uno? pues el amor eros, "amor posesivo" o "amor asendente", es en pocas palabras el amor propio en estado puro, no hay que confundirlo con egoísmo pues no es del todo malo como ya veremos, solo es peligroso llevado al extremo.
En cambio el amor Agape, "Amor oblativo" o "amor descendente", es el amor que se vive en el otro, el que predica el cristianismo, que hace entregarse por completo a otra persona despojándose de todo aquello que me ata a mi mismo.

Pero nos aclara el Papa:
En realidad, eros y agapé —amor ascendente y amor descendente— nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en general. Si bien el eros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente —fascinación por la gran promesa de felicidad—, al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará « ser para » el otro. 

Mas hermosa no podría ser la aclaración que nos hace el Papa, no podemos solo pedir o realizar un acto de amor o separarlos, decir que me amare a mi mismo con todo mi ser, esto siempre me llevara de alguna manera a entregar tal amor a él otro, al amigo o al amado, y de igual manera no solo decir que amare a los otros entregándome totalmente y nunca pensare en mi o mis necesidades, porque inevitablemente esto se reducirá a un desgaste sin sentido que terminara afectando esa promesa de amor.

Lo más adecuado lo encontramos en las palabras de Cristo :"Ama a tu prójimo como a ti mismo" El que ama incondicionalmente se ama a si mismo para estar listo a dar y recibir tal amor, Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don, amar y ser amado es el equilibrio no solo humano sino trascendental, el amor de Dios es recibido como un don maravilloso, que si mi ser no se ama no podrá valorar, y así con los demás, ser un hermano entre los hermanos significa amarme a tal punto de que mi bien es el bien del otro, porque me pongo a su servicio, el amor es Dios y las capacidades que tenemos trascienden a meros actos, el amor espiritual y humano deben ir como todo sostenido en mi vida como una realidad esencial de la cual dependen todas mis conductas y actos.

En conclusión; amemos realmente sin excluir nuestros gustos y necesidades, solo si estamos saludables enteramente nuestro amor a otros sera sincero y verdadero, cultivando este equilibrio podremos ser los seres capaces de amar que nuestro Dios ha dotado de tal capacidad para conocerlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario