miércoles, 7 de febrero de 2024

¿Porque soy todavía cristiano? I Parte

 Meditaciones llevadas por la lectura del libro de Hans Urs von Balthasar - ¿Porque soy todavía cristiano? de 1974.

En los primeros siglos no era necesaria una reflexión eclesiológica profunda sobre la esencia de la Iglesia, su contenido y acción eran claros para todos los que se profesaban seguidores de Cristo, más todavía, la "Iglesia" era la «forma» que se trascendía a si misma en la «materia» que es la humanidad, como bien lo dice Jesús en la parábola de la levadura (Mt 13,33), que no puede comerse sola, solo es fecunda envuelta en la harina que hace la masa.

Ya el Concilio Vaticano II retomó este sentido de trascendencia eclesial, como parte indiscutible de su esencia, como «forma», y en función del mundo como «materia». Esto fundamenta cada vez más los deberes apostólicos de la Iglesia de los primeros siglos -y la de hoy- que, a pesar de su historia y lo que ha sufrido mantiene intacto el deber evangelizador que recibió del mismo Cristo (Cf. Mt 28,19).

Pero, ¿como podríamos comparar la tarea titánica de los primeros cristianos en la evangelización del mundo pagano con la lucha de los cristianos tibios y ralos de hoy contra el mundo secular? pues, ambas tareas son inverosímiles, y los poderes establecidos nunca han podido con ese movimiento que contiene una fuerza pujante e invencible, se debe conciderar que es deber de la Iglesia «cabeza» (como el Concilio) enviar a los nuevos discípulos con una nueva convicción a enfrentarse al mundo de hoy, pidiendo a resumidas cuentas algo sobrehumano: No ser una comunidad estática y cerrada en sí misma, sino convertirse en una iglesia dinámica y apostólica, dotada de la fuerza de la unidad, ¿Como podría de otro modo penetrar la coraza del mundo moderno?

Esta fuerza de unidad -de la que debe brotar todo- ha sido siempre la fuerza del crucificado, que renuncia a usar los medios del mundo y usa las fuerzas más poderosas y eficaces para resolver los problemas de la humanidad. Así, nosotros ya no podríamos buscar un lugar como «superhombres» , será simplemente como «santos» que están cerca del Señor crucificado y también de los hombres, por quienes murió. De este modo no deberían hablar de "estar en dos lugares" o de dos sitios, como si se tratase de contrarios -o peor de opuestos- se debe hablar de un mismo lugar, mejor, de un único lugar que mantiene tensiones pero es capaz de habituarse, vivir y convivir en él.

Así la existencia cristiana tiene que ser expresión de la fe, plasmada y guiada por ella, por consiguiente no puede torturarse con problemas insolubles, por ejemplo; atormentarse pensando en como de un "Yo" pecador e indigno Jesucristo pueda hacer un testimonio vivo, cierto y cercano que representa a su Señor. Pensar también en quimeras intelectuales con pretensiones espirituales sobre si estoy cercano o lejano de un cierto estado de gracia. Dentro de la realidad de Cristo, antes, durante y después de su pasión (y sobre todo de la resurrección) mi participación en la realidad de Cristo es total ¡Es al Señor al que asimilo en la eucaristía! ¡Al que le entrego mi ser y cuya pasión celebro en la cena del cordero! la vida se compromete en estos dos puntos, uno en función del otro: El primero es Dios en Cristo y el segundo en el prójimo.

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