Textos para la reflexión escogidos de Karl Barth por Eberhard Bush, Instantes, ed. Sal Terrae, Bilbao, 2005, p. 43.
Dice Jesús: “hoy yo estoy con vosotros todos los días” Mateo
28,20.
Jesucristo es inseparable de los suyos. Él es el que es, en
cuanto que está en medio de ellos: es el centro Salvador e iluminador en virtud
del cual ellos constituyen el círculo salvado e iluminado por él. No es posible,
pues, que el ejercicio de nuestra libertad tenga lugar en un campo en el que
nuestra relación con Jesucristo queda reducida a un puro mirar retrospectivo y
a una perspectiva sobre su presencia pasada y futura. En especial, es imposible
tomar en consideración que Jesucristo pudiera depender, si quiera
provisionalmente, de su sustitución por un cristianismo todo lo digno que se
quiera. El ser humano no está, pues, abandonado a sí mismo, sino frente al
reconciliador que vuelve -también aquí y ahora- con su libertad superior, y
precisamente en esta confrontación es también sostenido, arropado, consolado,
nutrido y acompañado en todos sus problemas. Al venir a nuestro encuentro en
medio de nuestro hoy, está con nosotros todos los días, es la esperanza de
todos nosotros. Nuestro día de hoy es también, con toda seguridad, un día de Jesucristo
vivo. Puede ser, por tanto, Que el día en que pecamos sea también un día en el
que la Tierra esté cubierta de sufrimiento, un día del diablo y de los demonios.
Pero lo decisivo es que también es un día de Jesucristo. El, más cercano que
cualquier otro ser humano, es el más próximo (prójimo) a todo hombre, el
samaritano misericordioso de todos nosotros. Su hoy es realmente el nuestro;
nuestro hoy, el suyo.
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