viernes, 23 de abril de 2021

Necesidad de la gracia y universalidad de la redención II

 


SEGUNDA PARTE

Universalidad de la redención

1. Universalidad de la gracia

En el designio de Dios estaba contemplada la salvación para todos los hombres[1], ya en el antiguo testamento al escoger un pueblo como heredad suya, anuncia a través de diversos signos y profetas como su plan salvador abarcaba a todo el género humano contenido analógicamente en el pueblo de Israel, esto desde la perspectiva de la «voluntad divina» que es reflejo de su amor incondicional por sus creaturas predilectas, después de la caída de los primero padres, Dios comienza escogiendo a un hombre, un pueblo y una raza para trazar las líneas de salvación, que culminara con la encarnación del verbo[2], su pasión, muerte y resurrección.

La posibilidad –conocida solo por Dios- no está reservada de modo exclusivo a unas cuantas personas, se abre a todos los pueblos y hombres de buena voluntad: «pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia pueden conseguir la salvación eterna»[3], ya desde los mismos evangelios encontramos en las palabras de Cristo como apertura esta salvación a todos: «y cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mi»[4] dando en la cruz la total redención humana.

La primera beneficiara de esta salvación universal es la Iglesia, entregada por el mismo Cristo a sus discípulos y continuada en la sucesión apostólica, lo anteriormente dicho no anula lo primero, por el contrario, es la Iglesia la que responde al igual que su Señor, queriendo «que todos los hombres se salven» y «lleguen al conocimiento de Cristo»[5], colaborando con esta obra salvadora, papel necesario en la misión apostólica que profesa, no quita el misterio de Cristo como «único mediador entre Dios y los hombres»[6] sino que actúa como sacramento universal de salvación[7].

Todo hombre con uso de la libertad busca la salvación, recibe el auxilio de Dios con su gracia, por lo cual merece la bienaventuranza eterna[8].

2. Salvación universal por medio de Cristo

Como se ha dicho Dios quiere la salvación para todos los hombres, este don salvífico ha sido manifestado en Cristo Jesús en quien culmina la historia de la salvación, a partir de esto, toda gracia y fin sobrenatural vienen siempre dados por Él[9], pues solo en Cristo los hombres recobran la filiación divina, porque nos revela y encarna la misericordia del Padre.

Ningún hombre queda excluido de esta acción redentora de Cristo[10], «En modo misterioso pero eficaz, Cristo redentor actúa en lo íntimo de cada hombre aun en quienes no le conocen ni son conscientes de ellos[11], basada en esta seguridad la Iglesia trabaja constantemente para que a todos llegue abundantemente la plenitud de los tesoros de la encarnación y la redención que ya tiene en depósito más aun es su único fin[12].

Los sacramentos de la Iglesia, provienen del sacramento universal de Salvación, que ha sido dado por Cristo, de estos sacramentos emana permanentemente la gracia santificante y salvadora, dentro de la vida eclesial, la moral sacramental encuentra su culmen y centro en la Santa Misa.

La glorificación del Padre se encuentra en la acción de Cristo y encaminada por el espíritu santo a través de los creyentes a lo largo de la historia, Cristo al ascender a los cielos abre la posibilidad de la plenitud del amor del Padre, en su unidad con el Hijo y el Espíritu Santo, abriendo para el hombre la vida y la glorificación.

La obra de Cristo es así mismo más excelente a la obra de la creación, al respecto de lo dicho por Santo Tomas: «la justificación del impío, que tiene por término el bien eterno de la participación divina, es una obra más excelente que la creación del cielo y la tierra»[13], por el amor, Cristo triunfa sobre el pecado y la muerte, haciendo que los creyentes, identificados con Cristo amen a Cristo y a todos los hombres glorificando a Dios encontrando la perfecta glorificación de Dios en Cristo «La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios[14].

[1] Cfr. 1 Tm 2,4.

[2] Cfr. Rm 9, 4-5.

[3] Concilio Vaticano II, Const. Lumen Gentium, n.16.

[4] Jn 12, 32.

[5] Cfr. Ef 4, 13.

[6] Cfr. 1 Tm 2, 4.

[7] Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Lumen Gentium, n.48; Const. Gaudium et Spes, n.42.

[8] Cfr. Aquino, Tomas, In II Sent., d.33, q.2 a.2, Sol.

[9] Cfr. Jn 1, 17: «La gracia y la verdad proceden de Jesucristo».

[10] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, n.22.

[11] Cfr. San Agustín, In Ioan. Evang. Tractatus, 55, 2.

[12] Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis. n.12.

[13] Suma teológica, I-II, q.113 a.9.

[14] Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías, Libro 4, 20,5-7.

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